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Donation/Donacion

Lecturas Dominicales 

Leccionario Dominical

Día de Pentecostés

Año A • Opción 2

Números 11:24–30

Salmo 104:25–35, 37 LOC

Hechos 2:1–21

San Juan 20:19–23

     o San Juan 7:37–39

La Colecta

Dios omnipotente, en este día abriste el camino de la vida eterna a toda raza y nación por el don prometido de tu Espíritu Santo: Esparce este don sobre todo el mundo por la predicación del Evangelio, para que llegue a los confines de la tierra; por Jesucristo nuestro Señor, que vive y reina contigo, en la unidad del Espíritu Santo, un solo Dios, por los siglos de los siglos.  Amén.

o bien

Oh Dios, que en este día enseñaste a los corazones de tus fieles, enviándoles la luz de tu Espíritu Santo: Concédenos por el mismo Espíritu, que tengamos un juicio acertado en todas las cosas, y que nos regocijemos siempre en su santa fortaleza; por Jesucristo tu Hijo nuestro Señor, que vive y reina contigo, en la unidad del Espíritu Santo, un solo Dios, por los siglos de los siglos.  Amén.

Primera Lectura

Números 11:24–30

Lectura del libro de los Números

Moisés salió y contó al pueblo lo que el Señor le había dicho, y reunió a setenta ancianos israelitas y los colocó alrededor de la tienda. Entonces el Señor bajó en la nube y habló con Moisés; luego tomó una parte del espíritu que Moisés tenía y se lo dio a los setenta ancianos. En cuanto el espíritu reposó sobre ellos, comenzaron a hablar como profetas; pero esto no volvió a repetirse.

Dos hombres, el uno llamado Eldad y el otro Medad, habían sido escogidos entre los setenta, pero no fueron a la tienda sino que se quedaron en el campamento. Sin embargo, también sobre ellos reposó el espíritu, y comen-zaron a hablar como profetas en el campamento. Entonces un muchacho fue corriendo a decirle a Moisés: —¡Eldad y Medad están hablando como profetas en el campamento!

Entonces Josué, hijo de Nun, que desde joven era ayudante de Moisés, dijo: —¡Señor mío, Moisés, prohíbeles que lo hagan!

Pero Moisés le contestó: —¿Ya estás celoso por mí? ¡Ojalá el Señor le diera su espíritu a todo su pueblo, y todos fueran profetas!

Entonces Moisés y los ancianos de Israel volvieron al campamento.

Palabra del Señor.

Demos gracias a Dios.

Salmo 104:25–35, 37 loc

Benedic, anima mea

25      ¡Cuán múltiples tus obras, oh Señor *

                 Hiciste todas ellas con sabiduría;

                 la tierra está llena de tus criaturas.

26      He allí el grande y anchuroso mar,

           en donde bullen criaturas sin número, *

                 tanto pequeñas como grandes.

27      Allí se mueven las naves, allí está ese Leviatán, *

                 que modelaste para jugar con él.

28      Todos ellos te aguardan, *

                 para que les des comida a su tiempo.

29      Se la das, la recogen; *

                 abres tu mano, se sacian de bienes.

30      Escondes tu rostro y se espantan; *

                 les quitas el aliento; expiran y vuelven a su polvo.

31      Envías tu Espíritu y son creados; *

                 así renuevas la faz de la tierra.

32      Perdure la gloria del Señor para siempre; *

                 alégrese el Señor en todas sus obras.

33    El mira a la tierra, y ella tiembla; *

               toca los montes, y humean.

34    Cantaré al Señor mientras viva; *

               alabaré a mi Dios mientras exista.

35    Que le sea agradable mi poema; *

               me regocijaré en el Señor.

37    Bendice, alma mía, al Señor. *

               ¡Aleluya!

Segunda Lectura

Hechos 2:1–21

Lectura del Libro de los Hechos de los Apóstoles

Cuando llegó la fiesta de Pentecostés, todos los creyentes se encontraban reunidos en un mismo lugar. De repente, un gran ruido que venía del cielo, como de un viento fuerte, resonó en toda la casa donde ellos estaban. Y se les aparecieron lenguas como de fuego que se repartieron, y sobre cada uno de ellos se asentó una. Y todos quedaron llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu hacía que hablaran.

Vivían en Jerusalén judíos cumplidores de sus deberes religiosos, que habían venido de todas partes del mundo. La gente se reunió al oír aquel ruido, y no sabía qué pensar, porque cada uno oía a los creyentes hablar en su propia lengua. Eran tales su sorpresa y su asombro, que decían: —¿Acaso no son galileos todos estos que están hablando? ¿Cómo es que los oímos hablar en nuestras propias lenguas? Aquí hay gente de Partia, de Media, de Elam, de Mesopotamia, de Judea, de Capadocia, del Ponto y de la provincia de Asia, de Frigia y de Panfilia, de Egipto y de las regiones de Libia cercanas a Cirene. Hay también gente de Roma que vive aquí; unos son judíos de nacimiento y otros se han convertido al judaísmo. También los hay venidos de Creta y de Arabia. ¡Y los oímos hablar en nuestras propias lenguas de las maravillas de Dios!

Todos estaban asombrados y sin saber qué pensar; y se preguntaban: —¿Qué significa todo esto?

Pero algunos, burlándose, decían: —¡Es que están borrachos!

Entonces Pedro se puso de pie junto con los otros once apóstoles, y con voz fuerte dijo: «Judíos y todos los que viven en Jerusalén, sepan ustedes esto y oigan bien lo que les voy a decir. Éstos no están borrachos como ustedes creen, ya que apenas son las nueve de la mañana. Al contrario, aquí está sucediendo lo que anunció el profeta Joel, cuando dijo:

“Sucederá que en los últimos días, dice Dios,

derramaré mi Espíritu sobre toda la humanidad;

los hijos e hijas de ustedes

comunicarán mensajes proféticos,

los jóvenes tendrán visiones,

y los viejos tendrán sueños.

También sobre mis siervos y siervas

derramaré mi Espíritu en aquellos días,

y comunicarán mensajes proféticos.

En el cielo mostraré grandes maravillas,

y sangre, fuego y nubes de humo en la tierra.

El sol se volverá oscuridad,

y la luna como sangre,

antes que llegue el día del Señor,

día grande y glorioso.

Pero todos los que invoquen el nombre del Señor,

alcanzarán la salvación.”

Palabra del Señor.

Demos gracias a Dios.

 

El Evangelio

San Juan 20:19–23

X

El Santo Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo según San Juan

¡Gloria a ti, Cristo Señor!

Al llegar la noche de aquel mismo día, el primero de la semana, los discípulos se habían reunido con las puertas cerradas por miedo a las autoridades judías. Jesús entró y, poniéndose en medio de los discípulos, los saludó diciendo: —¡Paz a ustedes!

Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Y ellos se alegraron de ver al Señor. Luego Jesús les dijo otra vez: —¡Paz a ustedes! Como el Padre me envió a mí, así yo los envío a ustedes.

Y sopló sobre ellos, y les dijo: —Reciban el Espíritu Santo. A quienes ustedes perdonen los pecados, les quedarán perdonados; y a quienes no se los perdonen, les quedarán sin perdonar.

El Evangelio del Señor.

Te alabamos, Cristo Señor.

o, El Evangelio

San Juan 7:37–39

X

El Santo Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo según San Juan

¡Gloria a ti, Cristo Señor!

El último día de la fiesta era el más importante. Aquel día Jesús, puesto de pie, dijo con voz fuerte: —Si alguien tiene sed, venga a mí, y el que cree en mí, que beba. Como dice la Escritura, del interior de aquél correrán ríos de agua viva.

Con esto, Jesús quería decir que los que creyeran en él recibirían el Espíritu; y es que el Espíritu todavía no estaba, porque Jesús aún no había sido glorificado.

El Evangelio del Señor.

Te alabamos, Cristo Señor.

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