Leccionario Dominical
Cuarto Domingo de Cuaresma
Año C • Cueresma 4
Josué 5:9–12
Salmo 32
2 Corintios 5:16–21
San Lucas 15:1–3, 11b–32
La Colecta
Padre bondadoso, cuyo bendito Hijo Jesucristo descendió del cielo para ser el pan verdadero que da vida al mundo: Danos siempre este pan, para que él viva en nosotros y nosotros en él; quien vive y reina contigo y el Espíritu Santo, un solo Dios, ahora y por siempre. Amén.
Primera Lectura
Josué 5:9–12
Lectura del libro de Josué
El Señor le dijo a Josué: «Con esta circuncisión les he quitado la vergüenza de los egipcios.» Por esta razón, aquel lugar todavía se llama Guilgal.
Los israelitas acamparon en Guilgal, y el día catorce del mes, por la tarde, celebraron la Pascua en los llanos de Jericó. Ese mismo día comieron panes sin levadura y trigo tostado, pero al día siguiente comieron ya de lo que la tierra producía. Desde entonces no volvió a haber maná, así que los israelitas se alimentaron aquel año de lo que producía la tierra de Canaán.
Palabra del Señor.
Demos gracias a Dios.
Salmo 32
Beati quorum
1 Bienaventurados aquéllos cuyas transgresiones son perdonadas, *
y quitados sus pecados.
2 Bienaventurados a quienes no atribuye culpa el Señor, *
y en cuyo espíritu no hay engaño.
3 Mientras callé, se envejecieron mis huesos *
porque gemí todo el día;
4 Porque de día y de noche pesó sobre mí tu mano; *
se volvió mi verdor en sequedad de verano.
5 Mi pecado entonces te declaré, *
y no encubrí mi culpa.
6 Dije: “Confesaré a ti mis transgresiones”; *
y luego tú perdonaste la culpa de mi pecado.
7 Por ello orarán los fieles en tiempo de necesidad *
ciertamente en la inundación de muchas aguas
no llegará ésta a ellos.
8 Tú eres mi escondite; me guardarás de angustias; *
con gritos de liberación me rodearás.
9 “Te instruiré, y te enseñaré el camino en que debes andar; *
sobre ti fijaré mis ojos.
10 No seas como el caballo, o como el mulo, sin entendimiento; *
que ha de ser sujetado con cabestro y con freno,
porque si no, no se acerca a ti”.
11 Muchos dolores habrá para los malvados, *
mas a los que esperan en el Señor, los abraza la misericordia.
12 Alégrense en el Señor, y gócense, justos; *
vitoreen con júbilo, todos los rectos de corazón.
La Epístola
2 Corintios 5:16–21
Lectura de la segunda carta de San Pablo a los Corintios
Nosotros ya no pensamos de nadie según los criterios de este mundo; y aunque antes pensábamos de Cristo según tales criterios, ahora ya no pensamos así de él. Por lo tanto, el que está unido a Cristo es una nueva persona. Las cosas viejas pasaron; se convirtieron en algo nuevo. Todo esto es la obra de Dios, quien por medio de Cristo nos reconcilió consigo mismo y nos dio el encargo de anunciar la reconciliación. Es decir que, en Cristo, Dios estaba reconciliando consigo mismo al mundo, sin tomar en cuenta los pecados de los hombres; y a nosotros nos encargó que diéramos a conocer este mensaje. Así que somos embajadores de Cristo, lo cual es como si Dios mismo les rogara a ustedes por medio de nosotros. Así pues, en el nombre de Cristo les rogamos que acepten el reconciliarse con Dios. Cristo no cometió pecado alguno; pero por causa nuestra, Dios lo hizo pecado, para hacernos a nosotros justicia de Dios en Cristo.
Palabra del Señor.
Demos gracias a Dios.
El Evangelio
San Lucas 15:1–3, 11b–32
X
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Santo Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo según San Lucas
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¡Gloria a ti, Cristo Señor!
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Todos los que cobraban impuestos para Roma y otra gente de mala fama se acercaban a Jesús, para oírlo. Los fariseos y los maestros de la ley lo criticaban por esto, diciendo: —Éste recibe a los pecadores y come con ellos.
Entonces Jesús les dijo esta parábola: […]
«Un hombre tenía dos hijos, y el más joven le dijo a su padre: “Padre, dame la parte de la herencia que me toca.” Entonces el padre repartió los bienes entre ellos. Pocos días después el hijo menor vendió su parte de la propiedad, y con ese dinero se fue lejos, a otro país, donde todo lo derrochó llevando una vida desenfrenada. Pero cuando ya se lo había gastado todo, hubo una gran escasez de comida en aquel país, y él comenzó a pasar hambre. Fue a pedir trabajo a un hombre del lugar, que lo mandó a sus campos a cuidar cerdos. Y tenía ganas de llenarse con las algarrobas que comían los cerdos, pero nadie se las daba. Al fin se puso a pensar: “¡Cuántos trabajadores en la casa de mi padre tienen comida de sobra, mientras yo aquí me muero de hambre! Regresaré a casa de mi padre, y le diré: Padre mío, he pecado contra Dios y contra ti; ya no merezco llamarme tu hijo; trátame como a uno de tus trabajadores.” Así que se puso en camino y regresó a la casa de su padre.
»Cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y sintió compasión de él. Corrió a su encuentro, y lo recibió con abrazos y besos. El hijo le dijo: “Padre mío, he pecado contra Dios y contra ti; ya no merezco llamarme tu hijo.” Pero el padre ordenó a sus criados: “Saquen pronto la mejor ropa y vístanlo; pónganle también un anillo en el dedo y sandalias en los pies. Traigan el becerro más gordo y mátenlo. ¡Vamos a celebrar esto con un banquete! Porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a vivir; se había perdido y lo hemos encontrado.” Comenzaron la fiesta.
»Entre tanto, el hijo mayor estaba en el campo. Cuando regresó y llegó cerca de la casa, oyó la música y el baile. Entonces llamó a uno de los criados y le preguntó qué pasaba. El criado le dijo: “Es que su hermano ha vuelto; y su padre ha mandado matar el becerro más gordo, porque lo recobró sano y salvo.” Pero tanto se enojó el hermano mayor, que no quería entrar, así que su padre tuvo que salir a rogarle que lo hiciera. Le dijo a su padre: “Tú sabes cuántos años te he servido, sin desobedecerte nunca, y jamás me has dado ni siquiera un cabrito para tener una comida con mis amigos. En cambio, ahora llega este hijo tuyo, que ha malgastado tu dinero con prostitutas, y matas para él el becerro más gordo.”
»El padre le contestó: “Hijo mío, tú siempre estás conmigo, y todo lo que tengo es tuyo. Pero había que celebrar esto con un banquete y alegrarnos, porque tu hermano, que estaba muerto, ha vuelto a vivir; se había perdido y lo hemos encontrado.”»
El Evangelio del Señor.
Te alabamos, Cristo Señor.